Comentario
El mundo acústico se enriqueció enormemente, y, de improviso, cuando la materia del metal tomó forma corpórea. Los objetos de bronce eran capaces de producir, por simple percusión, nuevos sonidos, los sonidos metálicos. La metalurgia amplió los horizontes de los instrumentos musicales, y éstos, a su vez, la dimensión del arte de la música. Nuevos objetos creadores de sonidos hicieron aparición en las baladas, ceremonias, marchas, o festividades.
La colisión, más o menos aguda, de discos de bronce engarzados a una cadena marcaría el tintineo de un objeto musical: el tintinnabulum, muy propio del atalaje de una caballería engalanada. Discos y colgantes sonajeros (rattlependants) se encuentran con frecuencia entre las piezas de los depósitos de regiones atlánticas. En manos de alguien dotado del sentido de la cadencia y del ritmo, un par de crótalos pudo haber contribuido agradablemente a fijar la pauta y el módulo en un encuentro musical. Los crótalos de la Edad de Bronce europea más llamativos son los irlandeses, con forma de pera o bala, a modo de badajos de campana, colgado de una arilla. En su cavidad hueca se movía y sonaba un minúsculo guijarro. Hasta cuarenta y ocho de estos crótalos se hallaron en un depósito de 208 objetos en el lugar de Dooresheath (Dowris, Condado de Offaly). Este elevado número de ejemplares de sonajeros en un mismo hallazgo ha dado que pensar. Aunque la tesis no está confirmada, y los crótalos de este período siguen siendo sonajeros, no podemos por menos de mencionar que para algún investigador tienen poco que ver con la música y con el arte, y son meras pesas de comerciantes ambulantes. La interrogante no se ha cerrado con este prosaico planteamiento.
Por esta escala de sonidos vivaces entraría en el concierto del Bronce Final el sistro, un instrumento formado por una horca de metal atravesada por una barra. El más conocido de los sistros de la época es el de Hochborn (Alzey-Worms, Alemania). La cadencia de la música emerge al mover el ejecutante las placas metálicas que pendían de dos anillos ajustados en los puntos de encuentro de los brazos de la horquilla y de su traviesa.
Revolucionarios en la creación musical fueron los instrumentos de viento, al final de la Edad de Bronce en Europa occidental. A la cabeza de la producción se encuentran Irlanda y Dinamarca. En Irlanda, un número significativo de depósitos votivos -Dowris (Condado de Offaly); Dunmanway (Condado de Cork); Moyatta (Condado de Clare); Drunkendult (Condado de Antrim), etc.- cuenta con la representación de uno o varios cuernos. El cuerno, o cuerna, es un tubo cónico abocinado, con la boquilla en un lateral o en un extremo. Mientras el cuerno de embocadura lateral es una trompeta corta que se toca a la manera de una flauta, el cuerno que se abre al viento desde el extremo menor del tubo es una trompa más larga que se toca a la manera de corneta. La primera actúa como si se tratara de una bocina, y solamente produce una única nota, con frecuencias determinadas (entre las notas Sol y Re), puesto que la columna de aire vibrante no puede modificarse. La segunda, sin embargo, permite al instrumentista virtuoso una gama reducida de acordes, que pueden resultar armónicos. Como cabe esperar, la calidad del metal, y, en particular, el pulido de la superficie interna de estos instrumentos jugaron un papel decisivo en los efectos musicales.
En Dinamarca, la manufactura de los tubos musicales subió con dignidad hasta los altares de las artes. Las cometas danesas son trompas muy delgadas arqueadas, y largas (pueden alcanzar más de dos metros de largo), con una boquilla muy breve, y un pabellón discoidal decorado con bollos, o bullones, repujados. Se encuentran por parejas y debieron formar conjuntos coordinados de dos instrumentistas. A los cuernos de viento escandinavos se les denomina "lurer", por formar un grupo exclusivamente nórdico. Los ejemplares aparecidos en Dinamarca son muy numerosos. Estos son sólo algunos ejemplos: Tellerup, Brundevolte, Rorlykke, etc.
Con toda seguridad, el lur fue un instrumento destinado a usarse en procesiones, celebraciones, actos sociales, ceremonias religiosas, etc. Con elegante curvatura, el lur daba la vuelta por detrás del ejecutante, y formaba, con sus compañeros, una escena llena de colorido. Tal escena está representada, en plena acción, en los grabados rupestres de Kalleby (Bohuslän, Suecia).
Los lurer escandinavos y los cuernos de Irlanda no han escapado a la interpretación simbólica. Inevitablemente, su forma coincide con la de la cornamenta de un toro. Su función, hipotéticamente, se ha asociado con rituales de exaltación del toro. Aunque la hipótesis no pueda probarse, queda en el aire la incógnita de si el arte de la metalurgia, aplicado al de la música, fue también, en la época que tratamos un arte de carácter religioso.